Decidí que iba a escribir una entrada sobre este tema desde Abril pasado. Sin embargo ahora es mejor momento a la vista de los últimos acontecimientos. Véase la roja y Gowex
¿Os acordáis hace años? Los hermanos Arantxa y Emilio Sánchez Vicario, por ejemplo, lo bien que jugaban al tenis pero que acababan perdiendo la mayoría de partidos trascendentes. Y luego apareció Rafaél Nadal.
Tenemos también casos en el ciclismo español, como Pedro Delgado, hasta que apareció Miguel Indurain y nos dejó a todos perplejos con sus cinco Tour de Francia.
Lo mismo podemos decir de la selección española, pasando por el codazo de Tassotti y el arbitraje en Corea 2002, hasta que Luis Aragonés se hizo cargo de ella.
Lo que quiero decir es que tradicionalmente en España hemos tenido la capacidad de tirar por el suelo nuestro elevado potencial debido a un complejo de inferioridad cuyo reflejo exterior ha sido el sentimiento de "orgullo español". Ese orgullo que te hace perder los nervios, la templanza y provoca que te precipites y te vengas abajo con mayor facilidad.
Llevado a lo peor hace que te enfrentes a tus adversarios con un mal uso de tus argumentos y acabe floreciendo el victimismo en plan "todos están contra nosotros", "somos una víctima", "teoría de la confabulación en nuestra contra", etc...
Así como hemos logrado tener una nueva generación de deportistas con sangre fría e inteligencia para competir, liberándonos en parte del complejo, en lo que se refiere al mal perder no hemos mejorado nada y fácilmente nos mostramos ridículos como muestra esta imagen:
Quiero llevar este argumento al entorno empresarial, donde escuchamos a muchos jefes y directivos de empresa lamentarse sobre la crisis. Da la sensación en su solemne pasividad que no es que estemos esperando a salir de la crisis sino que ¡¡pretendemos esperar a que la crisis se valla por sí sola!!. Con nuestro carácter español nos pensamos que el cambio no es cosa nuestra. Que tiene que suceder algo pero no sabemos qué porque somos víctimas del sistema. En nuestras reuniones entre amigos y colegas parece que competimos a ver quién está sufriendo más las inclemencias "del exterior".
Otra vertiente de este orgullo tiene reflejo en las personas que tienen éxito en los negocios. Esta mentalidad conspiranoica de todos contra mí hace que al tener algo de valor te centres sólo en mantenerlo. Un jefe pasa de compañero colaborador a persona que ya no te habla, que ya no comparte contigo, que se sube a lo alto de la pirámide de la organización para protegerse, para no mancharse de los problemas mundanos de los otros. Despachos que se cierran, reuniones de las que nunca se sabrá qué se habló, etc. Y así hasta creerse más que nadie, y mentir como si todos fueran tontos, y en el fondo engañarse uno mismo viviendo de espaldas a la realidad.
Puede que todo esto provenga históricamente de la derrota de la Armada Invencible, del aislamiento durante la dictadura, o que al no saber idiomas nos creemos el centro del mundo. Puede que sea de todo un poco. Pero por favor, seamos positivos y cambiemos nuestra actitud. Conozcamos el poder de la mente y en vez de pasar el día llorando hagamos algo o, si no tenemos ilusión, quitémonos de en medio y dejemos que otros lo hagan.
Hoy lo que quiero que muera, una vez hayas leído esto, es el orgullo estúpido. El que nos lleva a perder las batallas de la vida y nos pierde culturalmente.
¿Os acordáis hace años? Los hermanos Arantxa y Emilio Sánchez Vicario, por ejemplo, lo bien que jugaban al tenis pero que acababan perdiendo la mayoría de partidos trascendentes. Y luego apareció Rafaél Nadal.
Tenemos también casos en el ciclismo español, como Pedro Delgado, hasta que apareció Miguel Indurain y nos dejó a todos perplejos con sus cinco Tour de Francia.
Lo mismo podemos decir de la selección española, pasando por el codazo de Tassotti y el arbitraje en Corea 2002, hasta que Luis Aragonés se hizo cargo de ella.
http://www.furiaroja.com/Seleccionadores/luis-aragones-4.jpg |
Lo que quiero decir es que tradicionalmente en España hemos tenido la capacidad de tirar por el suelo nuestro elevado potencial debido a un complejo de inferioridad cuyo reflejo exterior ha sido el sentimiento de "orgullo español". Ese orgullo que te hace perder los nervios, la templanza y provoca que te precipites y te vengas abajo con mayor facilidad.
Llevado a lo peor hace que te enfrentes a tus adversarios con un mal uso de tus argumentos y acabe floreciendo el victimismo en plan "todos están contra nosotros", "somos una víctima", "teoría de la confabulación en nuestra contra", etc...
Así como hemos logrado tener una nueva generación de deportistas con sangre fría e inteligencia para competir, liberándonos en parte del complejo, en lo que se refiere al mal perder no hemos mejorado nada y fácilmente nos mostramos ridículos como muestra esta imagen:
http://sp2.fotolog.com/photo/2/7/69/love_pp_love/1204644288_f.jpg |
Quiero llevar este argumento al entorno empresarial, donde escuchamos a muchos jefes y directivos de empresa lamentarse sobre la crisis. Da la sensación en su solemne pasividad que no es que estemos esperando a salir de la crisis sino que ¡¡pretendemos esperar a que la crisis se valla por sí sola!!. Con nuestro carácter español nos pensamos que el cambio no es cosa nuestra. Que tiene que suceder algo pero no sabemos qué porque somos víctimas del sistema. En nuestras reuniones entre amigos y colegas parece que competimos a ver quién está sufriendo más las inclemencias "del exterior".
Otra vertiente de este orgullo tiene reflejo en las personas que tienen éxito en los negocios. Esta mentalidad conspiranoica de todos contra mí hace que al tener algo de valor te centres sólo en mantenerlo. Un jefe pasa de compañero colaborador a persona que ya no te habla, que ya no comparte contigo, que se sube a lo alto de la pirámide de la organización para protegerse, para no mancharse de los problemas mundanos de los otros. Despachos que se cierran, reuniones de las que nunca se sabrá qué se habló, etc. Y así hasta creerse más que nadie, y mentir como si todos fueran tontos, y en el fondo engañarse uno mismo viviendo de espaldas a la realidad.
Puede que todo esto provenga históricamente de la derrota de la Armada Invencible, del aislamiento durante la dictadura, o que al no saber idiomas nos creemos el centro del mundo. Puede que sea de todo un poco. Pero por favor, seamos positivos y cambiemos nuestra actitud. Conozcamos el poder de la mente y en vez de pasar el día llorando hagamos algo o, si no tenemos ilusión, quitémonos de en medio y dejemos que otros lo hagan.
Hoy lo que quiero que muera, una vez hayas leído esto, es el orgullo estúpido. El que nos lleva a perder las batallas de la vida y nos pierde culturalmente.
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